Conservar
el cadáver de Bin Laden habría despertado muchas pasiones en el
mundo árabe y en la juventud musulmana, para quienes el “príncipe
de las tinieblas” es igual al Che Guevara en América Latina. Pero
¿por qué deshacerse rápido del cadáver?
Todo
fue rápido. El enemigo mortal de Estados Unidos fue rodeado en su
mansión por los cuerpos de élite de la marina y después de un
cruce de fuego, fue dado de baja. Tomaron su cuerpo, cuatro
helicópteros cruzaron el cielo nocturno de Pakistán hasta el
portaaviones
"USS Carl Vinson; allí realizaron
una ceremonia funeral siguiendo las
normas islámicas, lavaron el cadáver a bordo y lo arrojaron al mar,
sin dejar más evidencias que el recuerdo en nuestras mentes de las
Torres Gemelas ardiendo y luego desplomándose, aquel 11 de
septiembre del 2001.
Esta
es por lo menos la versión del Pentágono. Y quizás no sea la
única
por algún tiempo. Hasta aquí la imagen de Bin Laden sale
fortalecida y abre –al mismo tiempo- la esperanza en sus seguidores
del mundo musulmán de que la muerte no sea sino otra mentira del
imperio. ¿Fue un error? El tiempo lo dirá.
Desde
hace algunos años el nombre del terrorista más buscado del planeta
era el símbolo de la maldad en el inconsciente de los
norteamericanos, por lo que el gobierno de Barack Obama discute ahora
sobre cómo proyectar la imagen del antiguo enemigo, sin afectar a la
suya. Informar a los medios que fue sorprendido durmiendo, o
escapando en zapatillas de su mansión sería un retrato hasta cierto
punto denigrante para los cuerpos de élite que llevaron a cabo la
misión y, por demás, falto de credibilidad.
¿Cuál
debe ser la imagen, entonces, que el imperio debe lanzar al
mundo, a fin de engrandecer su perfil de gran justiciero en el
salvaje oeste frente el enemigo número uno del imperio -y no ante a
un simple traficante de drogas en la calle?
Barack Obama y su equipo siguieron en vivo la muerte de Osama Bin laden. Foto de Reuters.
"The team departed the scene via helicopter to the USS Carl Vinson in the North Arabian Sea. Aboard
the USS Carl Vinson, the burial of bin Laden was done in conformance
with Islamic precepts and practices. The deceased's body was washed and
then placed in a white sheet. The body was placed in a weighted bag; a
military officer read prepared religious remarks, which were translated
into Arabic by a native speaker. After the words were complete, the body
was placed on a prepared flat board, tipped up, and the deceased body
eased into the sea." USA Today 04.05.2011.
Hacer
prisionero a Bin Laden y plantear un proceso judicial en su contra
habría abierto el camino a nuevas discordias entre occidente con el
mundo musulmán. Los norteamericanos habrían tenido que afrontar de
nuevo las preguntas si -de acuerdo a sus leyes- tomar prisioneros y
mantenerlos en frías mazmorras es legal o no -aunque nada novedoso
para ellos-, o realizar misiones secretas en territorios ajenos, con
la excusa de combatir el terrorismo en el sitio donde éste se halle;
lo que habría significado dar carta abierta para que en el futuro
también otras naciones, digamos los comandos especiales chinos,
puedan seguir su ejemplo, lanzando sorpresivos ataques militares
contra Tíbet, o Mongolia, bajo pretexto de defender sus intereses de
internos a tiempo.
Se
hubiera desatado luego la polémica sobre si debe ser considerado un
criminal o un soldado enemigo; puesto que en el primer tema, un
delincuente se ampara bajo los convenios internacionales de justicia
común, mientras que en el segundo, el prisionero se acoge a los
cánones del Convenio Internacional de Ginebra para situaciones de
guerra. Tres comidas diarias. Prisión limpia. Defensa y recibir
visitas son requisitos básicos en ambos casos, y a los que habría
tenido derecho Bin Laden si hubiera estado preso en EE.UU.
Misión cumplida. Barack Obama felicita a sus colaboradores.
Foto Reuters.
Decidir si un tribunal militar tiene facultad o no para juzgarlo, o seguir un proceso civil, habría tomado mucho trámite, mientras la imagen del terrorista –en prisión- hubiera crecido, hasta crear fuertes presiones internas (la sociedad pidiendo castigo rápido y severo) y externas (desde el mundo árabe). También habría sido un error ocultarlo en Guantánamo (sitio en el que fueron confinados supuestos miembros de Al Qaeda) mientras se decidía el proceso. Varios medios de comunicación habrían abierto sus páginas y extendido sus micrófonos para oírle hablar no sólo de los atentados del 2001, hasta poner en duda la versión oficial sobre los ataques a las Torres Gemelas.
De
cualquier modo, la muerte con gas o la silla eléctrica debió ser su
condena. Habría sido la justicia de los vencedores.
Tiempo de ir a descanzar. El enemigo ha muerto; esta es -por lo menos- la versión del imperio.
Pero
no seguiré especulando sobre este asunto; es más, ni siquiera
sabemos si él vivía aún cuando los marines atacaron su residencia,
ya que desde el 11 de septiembre del 2001, nunca se tuvo pruebas
concluyentes de su existencia. En sus videos, que de vez en cuando
mostraron los medios, no se sabe si es él, o si se trata de un
simple montaje. Si mal no recuerdo, en diciembre del 2001 ya se dijo
que murió a causa de una dolencia en los riñones, agravada durante
su vida nómada en las montañas de Afganistán. Igual hoy, no hay
evidencias de la muerte del terrorista más buscado del planeta,
salvo las fotos que congresistas y presidente afirman tener, pero que
no las muestran por considerarlas “demasiado crueles”. Qué
farsa. Es una noticia más, justo en tiempo de elecciones por el
puesto de la Casa Blanca.
Y
es que aquí no hay crimen perfecto. Primero se dijo que Bin Laden
fue sorprendido en su residencia y luego de combatir cuarenta
minutos, se quitó la vida; lo que a mi parecer –pensé de
inmediato- ridiculizaba la efectividad del escuadrón de marines
entrenados para matar sin compasión y sin sentir remordimiento
alguno, apoyados con helicópteros y fuerzas de base, ¡luchando
más de media hora contra un hombre rodeado de su mujer e hijos! Lo
del suicidio -en vez de ser prisionero-, me dije entonces, fue
consecuente con su modo de pensar; al contrario de Saddam Hussein o
Noriega, ex aliados del imperio, que no tuvieron la fortaleza de los
antiguos guerreros japoneses: fueron hechos cautivos y luego
humillados en prisión mientras duraba el proceso.
Una
hora más tarde, las mismas autoridades desmienten el informe y
aseguran que éste prestó resistencia durante la acción y fue
disparado.
Las noticias salían del mismo Pentágono. Después comunican que su
esposa murió con él porque al acercarse los soldados, Bin Laden usó
a ésta como escudo. Al siguiente día cambia el libreto y se la hace
“vivir de nuevo", “reconocer” y hasta “certificar” que
el hombre tendido en el piso era el líder de Al Qaeda. Suspicacias
de algunos periódicos ingleses e italianos, escriben que fue
sorprendido durmiendo en medio de su harem.
¿Cuál
es la versión definitiva? Eso lo saben el Presidente Obama y su
equipo de trabajo. La imagen que EE.UU. quiere proyectar al mundo de Bin
Laden, hasta hace poco, su mayor enemigo, puede verse con el tiempo
opacado por su reflejo.