Texto de Rafael Marcelo Arteaga
En una habitación de hotel,
dos hombres, bajo la luz de una lámpara,
buscan en sus palabras el sitio
donde resignaron sus sueños
cuando los caminos del mundo
estaban colmados de viajes,
sus pies eran ligeros, los dientes blancos
y hoy, sin más vestigios
que las huellas de la edad en la piel.
Desnudos ante la nostalgia, apagan la luz,
y se refugian en sus brazos,
convencidos que así debió ser el fuego
que arrebataba a Alejandro
al ver desnudo a su amante,
cuando sus cuerpos hermosos e insaciables,
sólo conocían el tiempo de amar,
de alzar la espada,
de vencer y de volver a partir.
El tiempo pasó muy pronto esta noche.
Sus familias les esperan en casa.
Han decidido volver a encontrarse cada verano
para unir sus vidas aquí con igual obsesión
que el amor o el fracaso.
Unen sus labios por última vez
y se alejan en silencio
por esos largos pasillos del hotel.