Giorgos Seferis was born in Smyrna, Asia Minor, in 1900. He attended school in Smyrna and finished his studies at the Gymnasium in Athens. During the Second World War, Seferis accompanied the Free Greek Government in exile to Crete, Egypt, South Africa, and Italy, and returned to liberated Athens in 1944. He was appointed minister to Lebanon, Syria, Jordan, and Iraq (1953-1956), and was Royal Greek Ambassador to the United Kingdom from 1957 to 1961, the last post before his retirement in Athens. His wide travels provide the backdrop and colour for much of Seferis's writing, which is filled with the themes of alienation, wandering, and death.
El papel blanco duro espejo
El papel blanco duro espejo
sólo devuelve eso que fuiste.
El papel blanco habla con tu voz,
tu propia voz,
no aquella que te gusta,
tu música en la vida esa que derrochaste.
Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas,
si te clavas a esa cosa indiferente
que te lanza atrás ahí dónde empezaste.
Viajaste, muchas lunas viste muchos soles,
tocaste muertos y vivos,
sentiste el dolor del bravo mozo
y el gemido de la mujer,
la amargura del niño inmaduro,
cuanto has sentido se derrumba sin sustento
si a éste vacío no te fías.
Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido,
el brote de la juventud,
el justo naufragio de la edad.
Tu vida en cuanto diste,
este vacío es cuanto diste,
el blanco papel.
Rosa del desierto
Rosa del desierto, encontrar querías con que herirnos,
más, como el secreto que va a liberarse, te inclinabas
y era hermosa la orden que aceptaste dar
y era la sonrisa como una espada alerta.
El ascenso de tu cielo animaba el universo,
de tu espina se arrancaba el designio del camino,
nuestro impulso se insinuaba desnudo a poseerte,
era fácil el mundo, un simple latido.
Dijiste hace años
Dijiste hace años: En el fondo soy un asunto de luz.
Y ahora todavía al apoyarte en la ancha espalda del sueño,
aun cuando te hunden en el pecho aletargado del pronto,
buscas rincones donde el negro se ha gastado y no resiste,
buscas a tientas la daga destinada
a perforar tu corazón y abrirlo a la luz.
Deja ya de rondar el mar
Deja ya de rondar el mar
y los pellejos de las olas empujando los navíos,
bajo el cielo estamos nosotros los peces
y los árboles son las algas.
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