Sonntag, 26. April 2009

PARA OPINAR HAY QUE GANAR ELECCIONES*

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-Nunca lo fue-, intervino él, -y tampoco el MPD, el partido Socialista y sus numerosas tendencias, Pachakutik o los movimientos sociales, porque éstos estuvieron siempre con el gobierno de turno, igual que sanguijuelas: prendidas de la piel y succionando la sangre de ese animal que camina lento y tiene caparazón grueso, como es el estado. Ayudaron a la derecha a botar a un gobernante de su sillón y luego se repartieron el poder. Siempre iban separados, riñendo entre ellos por las migajas que les tocaban, pero migajas al fin y con ellas fueron tejiendo su camino a la cumbre; buscaban una mula para cruzar el desierto y así seguir existiendo en el tablero político, tal parásitos asquerosos a la vista, y la encontraron en Gutiérrez, con quien fueron gobierno por seis meses, aunque éste los echo después a patadas de Carondelet. Dos años más tarde se encontraron con Rafael Correa, a quien –al principio- no apoyaron su candidatura, mas al ver el optimismo que él despertaba en la población, sellaron un pacto de sangre para la segunda vuelta electoral y ganaron otra vez la presidencia. Allí aprendieron que juntos eran fuertes y que desde simples vocalías en instituciones claves ellos eran capaces de preparar el camino para tomarse todas las instituciones del país. En marzo del 2007, cuatro miembros del tribunal electoral destituyeron a medio congreso, bajo el argumento de impedir la realización de la asamblea constituyente. En un organismo conformado por siete vocales, fueron mayoría un socialista, otro de Pachakutik, otro del MPD y uno del partido de Abdalá Bucarán. Los diputados impusieron recursos de amparo ente los jueces, pero éstos eran destituidos de inmediato, en caso de atreverse a analizar siquiera la demanda, por el mismo tribunal electoral, bajo el argumento de que éste era la máxima y única instancia en tiempo de elecciones. Acudieron al tribunal constitucional, pero allí estaba una mayoría afín al poder ejecutivo. Y el resto es un capítulo oscuro de atropellos a los derechos civiles, a las instituciones del estado, un regreso a prácticas, mañas y trincas políticas que creíamos sepultadas con el siglo anterior, bajo el logo: la revolución avanza y nada la detiene. La pregunta es: ¿avanza a dónde?

-Si el estado es generoso con los políticos-, insistí con mi cuento chino, - dividirse es una excelente estrategia para confundir a los votantes, haciéndoles creer que, frente a los aburridos políticos de cada día, las nuevas listas son una alternativa. En el fondo la idea es cruzar solos el río para unirse en la otra orilla y allí, de acuerdo al número de votos que lograron en las elecciones, repartirse de nuevo las instituciones del estado, ahora con una constitución remendada a su medida. Nadie duda que Rafael Correa gane la presidencia en la primera vuelta con más del 50% de votos válidos. Dinero es lo menos que falta para el circo. Nadie sabe cuánto gastó el gobierno hasta hoy durante los dos años y medio de campaña. Hay un avión nuevo de 32.5 millones a su disposición, el mismo que sólo en mantenimiento se malgasta 32.000 dólares mensuales, se lo use o no, y cuando emprende vuelo los egresos se multiplican por 5. Los gobiernos de países europeos, en cambio, usan las líneas comerciales. Y no va una caravana de 80, 120 personas, como jeques de países petroleros, cuyos aviones están llenos de esposas, hijos, nanas, eunucos, profesores privados, cocineros, mascotas y hasta caballos de raza, sino un grupo reducido del gobierno, encabezado por su presidente, dos o tres ministros, igual número de traductores, asesores y cuerpo de seguridad. ¡El venerable rey de Tailandia no tiene avión privado! Y cuando viaja lo hace en Thaiairlines, una empresa estatal de mucho prestigio en el mundo. Igual el primer ministro; mas en estas tierras tropicales el presidente posee un helicóptero exclusivo para sus tramos cortos al interior del país y el avión nuevo para movilizarse a ciudades que requieren de 20 a 30 minutos de viaje; por ello, en estos tiempos de campaña, es decir, desde que llegó a Carondelet, lo vemos en la pantalla desayunando arroz con guatita en los suburbios de Guayaquil, a las 10 de la mañana desfila por el centro de la ciudad al frente de la caravana de su partido. Almuerza en Cuenca, apoya a sus candidatos en Azogues y en la noche asiste al pregón de las fiestas de Ibarra. Magia o simple transubstanciación de nuestro gobernante.
-Una agenda apretada, lo sé-, intervino Jorge, -demasiado aburrida y onerosa para los reporteros de los medios que debemos desplazarnos tras él a fin de cubrir la información.

-Es imposible estar en varios lugares en un mismo día si no poseen la logística del gobierno. ¿Cómo lo hacen ustedes?-Pregunté lleno de curiosidad.

-Los medios afines al poder siempre tienen un asiento en el avión presidencial, un auto para los desplazamientos en tierra, una habitación de hotel en el pueblito donde nos sorprende la noche, un plato de sopa caliente, una bebida, aparte de las tomas exclusivas por los camarógrafos, las entrevistas y hasta ciertos documentos de primera mano, como premio a su lealtad, que es igual a complicidad y silencio. Yo también he disfrutado, en ciertos momentos, de tal generosidad durante mis viajes de trabajo.

-¿Tú?-Le miré fijamente, intentando de acercarme a él a través de la cámara. –Es bueno ser generoso con dineros ajenos. ¡A ver si gastan de sus bolsillos!

-Qué quieres, -replicó sin enfado-. Con el tiempo aprendes que los necesitas para llenar las páginas en sus diversas secciones, sino los medios serían aburridos. Un escándalo se cubre con otro más espectacular, a veces descuidado por ellos, y otras con intención. La estrategia de ciertos gobernantes de corte populista es mantener la ciudadanía a la expectativa con nuevos insultos, amenazas, denuncias. No lo sueltan de un tirón, sino poco a poco, calculando los tiempos, las circunstancias, los niveles de popularidad. El objetivo es volver indiferente a la población -hasta el fastidio, a fin de ellos, tras la pista de los payasos, las fieras, los contorsionistas y trapecistas, poder trabajar en paz por sus objetivos.

-Y tú ¿dónde estás? –Le desafié a contestarme sin pensar mucho. ¿Eres de los trapecistas o del público hastiado con tanto circo?

-Mi actividad es informar.

-¡Qué aburrido es entonces!

-Tanto como mi profesión. Pero me ordenan hacerlo, me pagan por ello. Si la mayoría de población es feliz con las actitudes y acciones de nuestro gobernante, entonces, está bien. No en vano lidera las encuestas de popularidad. Su sentencia, ante las denuncias de la Sociedad Interamericana de Prensa, de que para opinar hay que ganar elecciones primero, calza bien en este contexto. Democracia es la decisión de la mayoría, ¿o no? A la gente no le importa si su gobernante maneja un doble discurso, si tiene o tuvo conexiones con la narco guerrilla, si los precios de los alimentos han subido, si llega o no inversión foránea, si se cierran plazas de trabajo, si toma los dineros del IESS, si abandona o no la dolarización. La gente lo eligió para que haga lo que está haciendo, justo eso. Él es el maestro de ceremonias, el que presenta al domador de fieras en la pista, pone la luz, el sonido, maneja su voz de acuerdo a la intensidad de la función. A veces él mismo es trapecista, bailarín, vendedor de palomitas de maíz. Pasa las antorchas encendidas al escupidor del fuego, se sienta en el lecho de clavos del misterioso contorsionista, alcanza las botellas al comedor de vidrios, los utensilios del que hunde las espadas en su boca o echa a empellones del escenario a los payasitos cuando éstos le arruinan o le roban el show. Nada escapa a su mirada. El escenario es su salsa. El micrófono, la cámara, sus mejores armas. Posee una energía envidiable y un resistente que le permite comer cuanto le brindan en el camino. Ganará las elecciones de mañana. Aunque te duela. Así lo decide la mayoría.

-De ningún modo-, repliqué al instante ante su jab en el mentón. –Muchos se lamentan ahora porque ven afectados sus bolsillos, es cierto. Pero yo no dependo de gobierno alguno para sobrevivir, sino de mi trabajo. Algunos de nuestros amigos intelectuales se han pasado a filas gobiernistas. Bien por ellos, que estaban muriendo de hambre. En ello se resumen sus años de rebeldía. Tomaron la limosna y se quedaron quietos. Sordos, mudos y, lo peor, sintiéndose realizados. Allí tendrán empleo seguro, casa, viajes, a cambio de sumisión y silencio. Mientras él esté en su sillón, nada les faltará, ni agua para calmar la sed, ni pasto fresco, porque su pastor velará por ellos. Al otro candidato a alcalde, a Gustavo Pareja, una simple llamada de Carondelet le bastó para desertar del PRIAN y pasar a filas gobiernistas. ¿Qué se acordó? Nunca lo sabremos a ciencia cierta. Son como esas noches de amor de la casada infiel que, antes de abandonar el hotel, obliga a su amante ocasional a guardar silencio de lo sucedido en las cuatros paredes. Un familiar cercano al candidato me explicó así: “El gobierno recibió informes de encuestas realizadas a nivel Otavalo sobre la intención de voto para la alcaldía, en las que mi (digamos, abuelo) estaba a la cabeza, seguido de Mario Conejo. Un día llamó al celular un asesor de la presidencia para sugerirle de manera amable separarse de Alvarito Noboa, no ir por la alcaldía con la ID, (como era su intensión) y fundar un nuevo movimiento (al que luego se denominó poder ciudadano) con los desertores de ambos partidos tradicionales, pero bajo el auspicio del gobierno central, a cambio de no fiscalizar sus doce años al frente de la prefectura. Mi (abuelo) no tuvo alternativa. Yo pensé, ¡qué pilas sus asesores! Con esta maniobra le serrucharon el piso al Prian, a la ID y gane quien gane las elecciones, la alcaldía será un trofeo más para el gobierno de la revolución ciudadana.

Por lo menos el señor Pareja tuvo la dignidad de renunciar a su cargo antes de ir por la alcaldía. No así los asambleístas del congresillo, el mismo presidente de la república y tantos funcionarios públicos que, con dineros del estado, pagaron sus campañas. No en vano la mayoría gobiernista redactó y aprobó la nueva constitución remendada de acuerdo a sus intereses. Con ella, hoy no es necesario renunciar a sus cargos, tampoco pedir licencia. Ganan sus sueldos completos aunque estén de candidatos y no cumplan sus funciones. El estado ya gastó 200 millones de dólares en el proceso de redacción y aprobación de la nueva carta magna, en tanto que para estas elecciones se destinó 50 millones más. El país está lleno de banderas, afiches con las fotos de los candidatos, los medios repiten cada segundo las interminables cuñas electorales.

En cuanto a los ocho años en la alcaldía del señor Conejo, diré, sin duda, que la ciudad ha cambiado mucho durante su administración. Aquel espíritu idílico de sus calles empedradas -donde parecía no haber tiempo-, sus casas con paredes gruesas de tierra, habitadas por hombres de trenza y alpargatas, dieron paso a las construcciones de hierro y cemento, propia de nuestra época, convirtiendo a ésta en una ciudad más, y sembrando en nosotros la nostalgia por aquello que no tendremos jamás. Que las obras municipales avanzaron, es innegable; fueron ocho años para adornar parques, adoquinar las calles principales, renovar el sistema de agua potable y alcantarillado, aunque la gran transformación urbana de Otavalo se debe también al esfuerzo particular de sus ciudadanos, mas ello no significa que el desarrollo haya sido igual para el resto de sectores alejados del centro. ¡Los votos que quitan o ponen un rey en su trono están justo en los grandes conglomerados! Y allí es donde se debe trabajar, o por lo menos en sitios donde es más visible la obra pública; en tanto que al resto se le da migajas apenas y ya está contento. Las falencias del estado son más evidentes en un pueblo pequeño. Mario Conejo llegó a la alcaldía, no por méritos propios, ni con una extensa labor dedicada al servicio de la colectividad, sino gracias a los errores de sus antecesores en el consejo municipal. Es común oír en los comentarios de la ciudadanía: “él por lo menos no roba como los anteriores, por lo menos hay veredas con baldosa, por lo menos hay un parque bonito...” En buena hora por él. La administración de recursos públicos requiere de mucha prudencia, visión de futuro y, sobre todo, de equidad con todos los sectores, por insignificantes que asomen en el mapa electoral. Igual podemos decir de Ibarra, Atuntaqui o Cotacachi, en cuanto a eficiencia municipal; pero pensemos también un minuto: son 530.000 barriles de petróleo que el estado vende cada día desde el 2002, más ingresos de aranceles, impuestos del SRI, cargas tributarias… Son sumas incalculables que ingresan a las arcas fiscales y que se entregan, en porcentajes, a los municipios. Con tanto flujo monetario en sus cuentas, sería imperdonable que las obras no asomen en las ciudades, aunque se descuida los sectores rurales. Y es insoportable que cada segundo sus autoridades nos restrieguen en la cara lo que han hecho -usando nuestros dineros y abusando de nuestra paciencia.

Al fin llegamos al coliseo, la noche del 13 de marzo, en Otavalo. El señor Correa subió si presentación alguna al escenario, tomó el micrófono y allí empezó su show. Habló de lo bueno de su gobierno. Fustigó a los banqueros, a la prensa y al final presentó uno por uno a “mis ministros”. Como si fuera una de sus cadenas radiales de los sábados, narró lo que había hecho durante el día, lo que comió y lo que iban a hacer al siguiente. Por la mañana: paseo en bicicleta desde Otavalo a Cotacachi. Allí iba a desayunar, a encontrarse con los ciudadanos…luego, en medio de su euforia, dijo: “éste es un gobierno del pueblo y a él debe responder por sus actos. He traído a todos mis ministros (los fue presentando uno tras uno, a cada cual por sus nombres y hasta a algunos por sus cualidades físicas) y ellos estarán mañana sábado en la escuela 10 de agosto, a partir de las 10 de la mañana. Vengan y pregunten lo que ustedes quieran. No tenemos nada que ocultar, y más bien estamos aquí para responder por lo que hacemos. Ya lo saben, (se dirigió a los ministros), mañana deben estar en las aulas recibiendo al soberano.” (Aplausos). Luego vino el resto de la ceremonia. Las danzas, los obsequios.

Yo no pude resistir más y salí en busca de un hotel, pero todos estaban ocupados con los nobles visitantes. Quise guardar mi auto. Ningún garaje tenía un lugarcito para mi cacharro. Los restaurantes estaban sin comida. Los nobles visitantes habían devorado todo. Enojado decidí manejar media hora a refugiarme en casa de mi madre. Conté el número de autos del estado al servicio de la campaña electoral: 92 hermosos autos nuevos de marca, en los que viajaban asesores, guardias, mascotas, y hasta familiares de los ministros. Fueron tres días de trabajo en la bella provincia de Imbabura.

El 13 de abril, mientras yo descansaba en casa de mi suegra, después del almuerzo, escuché un ruido de sirenas. Yo me desperté asustado. De pronto escuché la voz de ella ordenándome: “Hijo, dame comprando el gas.” Abrí la ventana y para mi sorpresa vi al señor Correa avanzando por las calles de mi pueblo subido en una camioneta y con megáfono en mano llamando a la población a votar por la lista 35. A la tarde fui a Ibarra a comprar repuestos para mi escarabajo, mas en medio viaje, debí detenerme a un lado de la carretera hasta que pase la caravana presidencial. El presidente iba en (nuestra) limosina de paso al aeropuerto. Por la noche me enteré en los noticieros que desfilaba en Machala. Así termina mi historia de encuentros con él en Imbabura. De vuelta a casa me acordé de una frase célebre del ministro Patiño, que también estaba aquella vez junto al señor presidente: “Vendedores de culebras”.
Hey, Jorge, ¿estás ahí? Ni modo, estamos en contacto, entonces. Yo por mi parte iré al concierto de Fausto Miño, que cantará al pueblo otavaleño en el cierre de campaña de Mario Conejo. En la tarde una de sus brigadistas y amiga mía, me obsequió una funda de galletas con el nombre del candidato. Yo sonreí.

-¿Esto vale mi voto? –le pregunté.

-No-, respondió ella: -vale el concierto-.

-Vamos entonces a disfrutarlo-. Era una invitación a venir conmigo, pero ella estaba trabajando. -Si el estado es generoso no hay por qué ser resabiados. ¿Cuánto cuesta un concierto de Fausto Miño? ¿Cuánto se pagó a los otros artistas? A la siguiente noche, Gustavo Pareja dobló la oferta. Si es por alegría, no falta en el país. Bueno, por lo menos hay trabajo para los artistas, los medios, las imprentas, los confeccionistas de camisetas…mañana, ya veremos mañana. Esta fue la historia de dos candidatos en Otavalo. 5947 dignidades se eligen a nivel nacional. Habemus Presidente.

Donnerstag, 23. April 2009

PARA OPINAR HAY QUE GANAR ELECCIONES*

3

Desde la mañana la gente de apoyo aquí anunciaba el arribo de su líder. En las calles centrales -Sucre y Bolívar- lucían las banderas verdes de la lista 35. Innumerables vehículos –cubiertos con fotografías de los candidatos locales- se movilizaban llamando con insistencia a la población para recibir al presidente. Rafael Correa tuvo una reunión previa en los salones del municipio con el alcalde de aquí, con los candidatos de la provincia, y de allí salió rodeado de su gente para bajar a pie dirección al coliseo, sitio donde se llevaría a cabo la concentración. Algunos personajes junto a él me eran por demás conocidos. Uno estuvo conmigo en el edificio de Ciespal, el 21 de abril del 2005, cuando un grupo de ciudadanos secuestramos durante cinco horas a Alfredo Palacio, recién nombrado –de modo ilegal, por un congreso sin autoridad moral siquiera- presidente del país. Cómo olvidar el rostro de quien esa misma noche, en compañía de otros forajidos, (hoy revolucionarios), atentó contra la vida de mi familia en el auto, a la entrada de Carondelet. También caminaban a su lado dos activistas que hace tiempo impidieron con violencia reunirse a los congresistas, luego de ser destituidos por el tribunal electoral bajo la acusación de entorpecer la realización de la Asamblea Constituyente. Otros rondaban en Montecristi tras los asambleístas del bloque oficial –a manera de asesores, guardaespaldas, mensajeros que portaban el infaltable ceviche y caldo de manguera; en suma, gente de confianza, a la que permite acercarse y velar por su integridad -aún sobre la guardia policial y del ejército- durante sus desplazamientos, y a quienes encarga el trabajo sucio -que no deja huellas de su eficacia y en nada se diferencian de Toral Zalamea, el líder de los bastiones populares de Guayaquil que acompañaba al difunto Febres Cordero, mientras fue presidente del Ecuador, o al Pepudo Alejo, la sombra del loco que ama(ba), o los ex militares que limpiaban las calles con detergente cuando Lucio Gutiérrez salía a trotar por el centro histórico de Quito.

-Él debe tener su personal de confianza-. Escribió Jorge a prisa, sin dejar de mirar la cámara.

-Por supuesto- asentí yo, -pero ¿cuántos deben ser? El estado se volvió una agencia de empleo, donde los militantes del gobierno de turno -de acuerdo a su nivel de sumisión, unos y otros, de acuerdo al aporte económico- siempre obtienen recompensa.

-No has escrito nada original-, me sorprendió él con su observación. –Fue siempre así y el mundo, la vida sigue igual. Eh, tú estás siempre en contra de lo que huela o tenga huellas de nuestro presidente. Tú me has dicho que se debe aprender a manejar los tiempos, que la vida no es sólo movimiento, sino también pausas. Es muy temprano para ver la verdadera dimensión de su obra. No estoy de acuerdo con sus ataques verbales a quienes cumplimos con nuestro deber de informar, tampoco con las cadenas en los medios, o los abusos de poder con la gente humilde, como mandar a la cárcel a un padre de familia que le dice entre señas: “pase rápido con su limosina, señor presidente, a fin de yo cruzar la calle.” Son innumerables los desaciertos, mas ellos corresponden también al ejercicio de gobernar.

-¿Tiene él la facultad de ordenar-, interrumpí yo su alocución –que dos campesinos vayan a la cárcel, por el hecho de que, asustados y con sus cuerpos llenos de espinas, reclamen a quien confiaron su voto en las elecciones tanta ostentación y ruido de la caravana presidencial?

-Supongo que no. Ello corresponde a un juez luego de determinar el grado de infracción. Los campesinos, interrogados sobre el motivo de su detención, confesaron a los guardias haber gritado al presidente: “¡no seas vago, sal de ese auto y camina con nosotros!” El asunto pudo ser intrascendente para quien ostenta la máxima representación del país, y hasta dudo que tales palabras hayan llegado a sus oídos siquiera; pero no fue así: se humilló a dos personas humildes, incapaces de comprender la magnitud lo ocurrido y de defenderse ante un ciudadano -con el oficio temporal de presidente de un país- represivo y arrogante con los más débiles. En otros lugares, donde se respeta las leyes y sus habitantes toman muy en cuenta las actitudes, las palabras de sus autoridades, la acción -que aquí pasó inadvertida (por temor o falta de novelería para incluirla en las páginas de los periódicos) le habría significado al gobernante un severo llamado de atención de la opinión pública, sin desmedro de las acciones legales que los aludidos pueden entablar en las cortes de justicia; allá sí, independientes para actuar.

Con otros colegas de labor fuimos a visitar a los aldeanos en prisión, nos solidarizamos con ellos, les dimos bebidas y algo de comer. Al responder sobre lo ocurrido, nos dimos cuenta que aún privados de libertad, ellos no habían perdido el sentido del humor o aquella ingenuidad en sus diálogos (muy bien aprovechada por los candidatos hasta llegar al poder): entre bromas y a la vez asustados, se reían de lo bufo de tal situación; igual los policías que cuidaban aquella pocilga maloliente y calurosa en medio de la selva. En el hotel redacté los sucesos del viaje presidencial en aquella ciudad, lo envié por email y, antes de retirarme a descansar, se me ocurrió escribir también un informe sobre los campesinos. Cuando iba a cerrar mi portátil recibí la respuesta de redacción: “es un tema que, por repetido, ya no despierta interés en los lectores”. La verdad fue que el periódico no buscaba más enfrentamientos con el presidente y menos por causa de un tema sin color -por frecuente en nuestros últimos gobiernos. Igual ocurrió con el resto de medios.

Jorge me pidió aquella noche no tocar más este asunto; no por miedo, pues él confiaba (y confía) en nuestro pacto de ocultar su nombre a fin de no poner en riesgo la estabilidad de su trabajo, sino por recurrente y, por tanto, fastidioso en nuestros diálogos. Tratar temas delicados en la red implica riesgos en estos días, cuando se interviene con facilidad las líneas telefónicas, los correos electrónicos son saboteados y anulados (tal mi caso), hay cámaras ocultas, “brigadistas” en las calles realizando simples encuestas, censos. No en vano nuestra nación, con elevados ingresos económicos del petróleo, las remesas de los migrantes, los altos impuestos a las importaciones y a las actividades productivas internas, pero con niveles de vida, desarrollo industrial e inversiones externas comparables a Haití o Nicaragua, posee tecnología de punta en sistemas de intervención a las comunicaciones, adquirida en el 2007, al servicio de las fuerzas de seguridad nacional y del gobierno. La misma policía admitió en público rastrear las llamadas telefónicas del país, pero aseguró a la ciudadanía que tales conversaciones podrán ser utilizadas sólo en asuntos de seguridad interna, narcotráfico y previo al pedido de un juez.
Es tabú opinar sobre temas como la creación del banco del afiliado, los dineros que el gobierno “tomó prestado” del Instituto del Seguro Social; no se debe pedir cuentas al régimen de gastos en propaganda electoral, o en sus desplazamientos dentro y fuera del país. Ver y analizar los problemas desde otra óptica que no sea la oficial, es motivo de insultos y de burlas en público, de anónimas amenazas tras un teléfono, de “accidentes” de automóvil en la vía, de persecución a través de las instituciones del estado, como el servicio de rentas, tal es el caso –como otros- del editorialista Emilio Palacio. Si el cuestionador es de baja estatura el señor Correa dice: no está a mi altura, no me llega al pecho para hablar de tales asuntos. Si es calvo: le falta ideas como pelos. Si es mujer: la gordita horrorosa, majadera. “El hijo de la verga”, o uno con tinte racista: “cara de Rumiñawi”. Son tantos los agravios a sus ciudadanos, los que quizá, en busca de nuevos horizontes para el país, le confiaron también el voto en las elecciones del 2006. Un funcionario elegido en las urnas debe comportarse a la altura de su cargo, por irrelevante que sea su función. El fracaso de un gobernante es el fracaso de una generación y un castigo para el futuro de nuestros hijos; es una oportunidad perdida que, como el tiempo o el agua del río, no se puede recuperar. El progreso de una nación no es como el cartero, que llama varias veces a la puerta, sino una y cada cien años.

-¡Ah, qué fastidio!- intervino Jorge. -Esto ya he leído en otra parte. No más boberías, y cuéntame lo que sucedió en tu aldea.

-Vamos-. Añadí yo, y comencé a digitar.

La caminata inició, por fortuna -para mí- cuesta abajo, hasta el sitio de concentración, tomados del brazo con el alcalde candidato (otro más), a quien no le bastó 8 años en su puesto, sino que en un alarde de egoísmo por estar ahí se alió con las filas del oficialismo. Su currículum vitae en el campo político no varía mucho en relación con el de la mayoría de personajes que subieron a última hora en los vagones de la lista 35: un tren destartalado que cruza –impetuoso- los páramos, las selvas e ingresa a las ciudades con mucho ruido, humo negro, con el motor lleno de remiendos y el maquinista ciego, tal los ferrocarriles del estado. Mario Conejo llegó por primera vez a la alcaldía con Amauta Jatari, un movimiento que fue borrado del mapa electoral hace siete años al no obtener un mínimo de votos para seguir activo. En su segunda candidatura fue auspiciado por Pachakutik, mas al ocupar su puesto hizo a un lado a tal agrupación política; episodio que motivó el rechazo definitivo del mismo. Las causas para tomar dicha medida, lo entendí yo en su momento, fueron prácticas: El presidente Gutiérrez echó de palacio –casi a patadas- a las tiendas políticas y grupos radicales de izquierda que auspiciaron su candidatura –grave error que después le costó su cargo- y con quienes llegó a Carondelet, para acercarse a la derecha del país (la gran perdedora en las elecciones de entonces). Entre ellos estaba el partido del arco iris y la wipala. La táctica del coronel, en cuanto a la entrega de dineros del estado a los diferentes organismos seccionales, tal los municipios, no ha cambiado en nuestros tiempos: si estás con mi gobierno, prometo dar a la ciudad los cheques de modo puntual, a fin de que tú puedas cumplir con los ofrecimientos de campaña, así ganamos juntos; o te jodes, simplemente.

En el 2008, de cara a la elección de asambleístas, como una prueba de su popularidad y aceptación entre los ciudadanos del cantón Otavalo, fundó su propia organización, denominada minga (trabajemos juntos, en quichua), pero obtuvo un revés en las urnas, que arruinó en exceso sus futuras pretensiones políticas, por lo menos aquí, la ciudad que le confió dos veces el mandato y, frente a ello, debió dar un giro completo de sus maniobras políticas, si lo que buscaba era seguir activo en esta jungla política. Echó por la borda su agrupación y, cobijado bajo la bandera verde limón del partido de gobierno, con la euforia que éste aún despierta en la población, se presenta de nuevo a elecciones a fin de obtener un tercer periodo en el sillón de la alcaldía. Hacer lo contrario, -terciar en los comicios del 26 de abril sin el respaldo de algún movimiento- puede significar su sepultura definitiva en el campo político; aunque el triunfo bajo la sombra de Correa de ningún modo está asegurado, por cuanto existe otro candidato en carrera, auspiciado también por el partido oficial. Se trata de Gustavo Pareja, otro tiranosaurios rex del parque jurasico en los Andes, con doce años en la prefectura de nuestra provincia, perteneciente a las filas del PRIAN, de Alvarito Noboa y hoy, para estas elecciones, con la lista 32.

Quien ignora lo que ocurre tras las cortinas del tablado político, podrá decir: es un movimiento con rostros nuevos…

-Son tiempos de revolución-. Intervino solemne Jorge en el chat.

-No hay duda-. Respondí yo. –¿Qué otro oficio les daría tanto dinero en salarios, como aquí, una región sin dios ni ley, donde un simple prefecto gana más de 9.000 dólares cada mes, inclusive más que el mismo presidente de la república, mientras el 55% de la población económicamente activa recibe 218?

-¡Vamos en las próximas elecciones por un cargo público!- Propuso mi amigo periodista al instante.

-Y sin contar los gastos de movilización, representación, viáticos, aguinaldos navideños, los autos de lujo con chofer, la potestad de entregar contratos de obras a empresas fantasmas (de amigos, que se forman en la noche con capitales irrisorios para asumir obras millonarias al siguiente día)…

-Sí que eres aburrido con esos discursos-, interrumpió de nuevo nuestro diálogo.

-De acuerdo-, insistí yo –en las próximas elecciones iremos por una candidatura. Yo también tengo derecho a vivir bien del estado, ¿no lo crees así?

-¿Podrías ser un gusano que se arrastra sobre su saliva para avanzar, tal una desagradable babosa?
-Muchos lo hacen y son felices.
-Y tus principios…
-¿Cuáles?
-Tienes familia y pienso que debes dar ejemplo…
-Si estás en casa de carbonero, no puedes vestir ropa blanca.
-¡Anda a trabajar!- Gritó Jorge, irritado con nuestros sueños de cenicienta. –Produce, Rafael, haz algo de provecho con tu vida. Que al levantar tu copa de vino, al sentir la brisa marina acariciando tu rostro o al comprar los condones e iniciar tus faenas memorables, como me has contado en los emails, con esas muchachas de piel delicada como la flor de loto, nada te reproche tu voz interior y sientas que ese instante de vida lo mereces por tu esfuerzo, por lo que eres y que a nadie debes algo o te deben.

-¿Y eso?- Repliqué yo. –Nunca vino a mí la tentación de entrar en ese circo de tres pistas. Con los payasos y domadores de fieras que asoman en el tinglado de hoy tengo bastante; así que seguiré con mi historia de bobos.

En Imbabura, como en muchas provincias, los partidos tradicionales, grandes y pequeños, consientes del desgaste político y el desprestigio social que sufrieron luego de estar tres décadas, de modo alternado, en el gobierno y de ser, por consiguiente, responsables de la situación actual del país, decidieron cambiar de siglas a sus movimientos y hasta de números. Y ¿desde cuándo el partido naranja, el mismo que estuvo aliado con la derecha del país, como es el PSC, es un movimiento de izquierda?

Sonntag, 5. April 2009

PARA OPINAR HAY QUE GANAR ELECCIONES*

2

Los productores anteños guardaron silencio con tal respuesta. Especialmente nuestro alcalde. En un pueblo pequeño donde todos saben la historia de todos, nosotros sabíamos bien a quién estaban dirigidos los dardos del presidente, aunque después de su partida, las aguas volvieron a su cauce y los empresarios enojados y en broma dijeron: ¡venir a humillarnos con créditos de 3.000 dólares cuando una de nuestras máquinas cuesta 500.000!

Al cabo de un año llegó de nuevo la algarabía a la ciudad; solo que esta vez me llevé una sorpresa: ¡el alcalde -amenazado antes- desfilaba en la caravana del 14 de marzo pasado junto al candidato presidente Rafael Correa! Cambió de camiseta y se fue con el partido de gobierno. Fríos cálculos políticos –de parte y parte- con la audaz obsesión de ser fuertes y sobrevivir. Las elecciones están cerca. Hoy más que nunca es imperativo sumar. Muchos ahora son revolucionarios, cantan las canciones de Mercedes Sosa, de Piero, gritan viva Chávez, se ponen camisetas con imágenes del Che, y no se dan cuenta que al avanzar sus colas de dinosaurio obstruyen el camino al futuro.

Pero mientras yo digitaba, vi a Jorge un tanto distraído en la pantalla moviendo los controles de su monitor. Esperé unos segundos alguna reacción de su parte, hasta que al fin se dio cuenta de mi silencio.

-Ah-, replicó un tanto sorprendido. –Serrat es un veneno para beberlo a grandes sorbos.Ahí te envío un trago que te bajará ardiendo la garganta-. Y recibí la canción. Yo cliqué de inmediato el ícono.



Escuchamos juntos y en silencio. Asentimos juntos las cabezas. Vi a Jorge golpear su mano contra la mesa de trabajo; luego hubo un silencio.

Jamás sabremos los secretos de aquel pacto contra natura, y de otros bailarines que, en vez de entregar la posta para que gente nueva venga a refrescar el deslucido campo de la política actual, se aferran a sus cargos de modo descarado, como si su razón de existir fuera estar ahí, simplemente, tal las sanguijuelas o los parásitos intestinales; aunque en éste caso, sólo un buen purgante limpiará el cuerpo.

-¿Es que no saben hacer otra cosa?-, me devolvió la píldora Jorge.

-Cierto-, digité a prisa. –Se aferran con las uñas al estado y no aflojarán hasta ver su presa en huesos apenas; luego mudarán de piel y se mostrarán a los incautos electores como los salvadores de aquel cuerpo moribundo y maloliente. ¿No son estas elecciones un cortejo fúnebre acompañado de momias (que no fueron incineradas a tiempo) llevando en sus hombros un ataúd con un muerto adentro llamado Ecuador?

-¡Hey, hey!-, contestó de inmediato, -que ciertos personajes en esta contienda electoral no se den cuenta que apestan a muerto entre sus ropas recién lavadas, no significa que el país está camino al cementerio.

-Pero si el sistema actual de gobierno, que es el suma sumarum de los errores del pasado-. Repliqué con vehemencia, y añadí. –Si lo que estaba mal ayer, hoy está bien; entonces ¿a dónde vamos? Ayer se cuestionaba el voto en plancha, y hoy el mismo presidente llama a votar en plancha por su tienda política. Ayer se renegaba que el ejecutivo tome dineros del Seguro Social, y hoy se ha vaciado la caja fuerte del IESS. Ayer, ayer, hemos vuelto al ayer.

-Hombre de poca fe-, me amonestó él con un “jab” en la pantalla. –Mira que debe ser difícil gobernar en una jaula de hienas, donde tú, si quieres sobrevivir, debes ser león.

-Y más que ello; pero hienas y leones se alimentan de carroña…y tú eres lo que comes

-…y quienes te rodean-, completó él, con ínfulas de solemnidad. La noche me recibió como su huésped en Bangkok. Me gusta el calor y el ambiente de esta ciudad. Yo vivo en casa de amigos en Banglampoo, en una callecita estrecha llena de agencias de viajes, bares y muchas carretas con comida cerca a Khaosarn Road, que es el termómetro de la vida aquí. El desarrollo de la economía, de la política y la agitación social del país, se siente –como en ningún otro sitio- en este sector lleno de pubs, hoteles, restaurantes, casas de masajes, agencias de cambio, ventas ambulantes abriéndose paso entre turistas, mendigos, tratantes de niños, homosexuales tras un incauto viajero que busca cumplir al fin sus oscuras fantasías sexuales. Todos los libros de historia, los tratados de economía y las teorías de las ciencias sociales están resumidos en este sector, donde acudo con frecuencia, convencido de la vida y de mi instante. Voy por esos callejones, anónimo, distraído, sin pasaporte y con cierto dinero en mis bolsillos, lo suficiente para un vino, cualquier sorpresa al amanecer y el chat space, sitio donde a menudo converso con Jorge.

Yo aún no estaba cansado. El aire acondicionado del local me había quitado el sueño; así que decidí narrarle la visita presidencial a Otavalo. El sábado por la noche llegó la caravana. Yo me propuse esta vez seguir cada paso del mandatario en la ciudad.

-¡Ah!-, me interrumpió Jorge con un emoticón, -pero si tú fuiste parte del movimiento que derrocó a Lucio Gutiérrez y que hoy son gobierno. ¡De qué te lamentas entonces!

-¡Ni me lo recuerdes!-, contesté de inmediato, -¡Cómo pude arriesgar la vida de mi familia para que esos grupos estén hoy en el poder!

- Cree en los cambios cíclicos del tiempo-, leí en la pantalla, donde el rostro de mi interlocutor asomaba con su risa mordaz, su mirada acusadora.

Aún están presentes en mí dos encuentros con Rafael Correa en el pasado. El primero fue en los patios de la Universidad San Francisco, durante la toma de Quito por parte de grupos indígenas, en protesta a las negociaciones del TLC iniciadas por Lucio Gutiérrez. Y el segundo, en los sótanos de radio La Luna, (noviembre del 2004) cuando él era un simple asesor económico del vicepresidente Palacio. Fue el tiempo de los forajidos (o foragiles), de conspiración contra el gobierno de entonces, y el entusiasmo que nos llevó a tomarnos las calles hasta botar del sillón al coronel, nos impidió ver con claridad los rostros y corazones de quienes estaban tras aquel movimiento. Cuando los grupos sociales pusieron a Palacio en Carondelet, muchos pescaron a río revuelto, (el actual presidente obtuvo lo que el coronel le negó: el ministerio de economía). El espíritu del movimiento fue traicionado. En política no hay buenas intenciones, sino una cruel y ruda lucha por llegar al poder y lo que para algunos puede ser el sentido de su lucha el estar al frente del gobierno; para otros –en cambio- es acceder a los fondos públicos y manipularlos de acuerdo a sus pequeñas y torpes visiones. Admito que fue un error acudir al llamado del sastrecillo del rey (como nombra Rómulo Cuello al locutor), para cambiar un mal gobierno por otro peor.

–Pero “no me toques ese vals, porque me matas”-. Tomé la letra de una canción para pedir a Jorge no topar este capítulo “gris –por improductivo- de mi vida.” –y lee mejor mi tercer encuentro con el presidente en Otavalo.