Concentración
del 15.04.2010 en el Democracy Monument, en la Rajadamnoen Av.
Los
Red T’shirts saben que son numerosos y, por ello, fuertes. Han
venido a Bangkok con un objetivo, sin importarles dormir sobre el
asfalto, estar de pie bajo un sol insoportable gritando sus
consignas, o lejos de sus hogares. Si lo consiguen o no, todavía es
temprano para saberlo, y depende de la habilidad que tenga el
gobierno para superar o ahogarse en esta prueba.
Las
condiciones para un eventual crecimiento de hostilidades son ideales,
debido al clima de inseguridad que se respira al interior de la casa
de gobierno y al respaldo y simpatías a los "camisetas rojas"
desde varios sectores que quieren un cambio de timón, de capitán en
el barco, y están convencidos que Mr. Thaksin es la mejor
opción para acabar con la descomposición social en la que el reino
se halla desde inicios de siglo. Tampoco hay otra figura relevante
en el horizonte político actual que pueda hacer contrapeso -o ponga
en peligro el avance triunfal de su líder.
Los
“visitantes” han amenazado para hoy con cerrar las carreteras del
país, las rutas más importantes de la ciudad, la toma de ciertas
instituciones públicas y en pocos días, los aeropuertos y vías
marítimas. Es un choque de trenes y aquí para su éxito
dependerá también de la capacidad de organización y
resistencia de los manifestantes; algo que ya hemos vivido en Ecuador
algunas veces; por ejemplo, cuando los movimientos indígenas
llegaron hace una década a de Quito para presionar la renuncia
de Jamil Mahuad, o cinco años después, la caída del coronel
Gutiérrez.
Todavía
recuerdo las preguntas entre amigos. ¿Cómo puede un movimiento
social disponer de tantos recursos económicos para cubrir la
logística que tal desplazamiento y permanencia exige para estos
casos? Indagábamos al ver sobre la hierba del Parque del Arbolito y
en los patios de la Universidad de la Salle, agua, carpas para
pernoctar, camiones con comestibles suficientes para una semana, ropa
para las madres que vinieron con sus hijos de pecho a tomarse las
calles de Quito, y hasta alcohol para los hombres que, envalentonados
y amanecidos, fueron a asaltar el congreso nacional para formar
aquel triunvirato fugaz, compuesto por militares e indígenas en el
2001. ¿De dónde tanta belleza? Los acontecimientos han trascurrido
uno tras otro de modo vertiginoso, que es difícil permanecer
detenidos allí y frente a ello no queda más recurso que la memoria.
Las
arengas políticas de los lideres a sus seguidores son continuas,
previo a un desfile de celebridades de la farándula nacional.
Quién
habría de sospechar que las respuestas las encontraría muchos años
después en un país extranjero; donde, debido a mi estadía obligada
-mientras permanecen cerrados los aeropuertos- he tenido tiempo para
hurgar, preguntar, mezclarme con su gente, hasta entender como fue
organizada la marcha. La respuesta es sencilla: los grupos
económicos fuera del gobierno han decidido unirse en una
cruzada común para ahogar al actual régimen y formar ellos otro a
su medida, utilizando la figura de su líder Mr. Thaksin, un hombre
sublimado por los medios (en manos de tales grupos) hasta crear en la
gente la convicción de que él es víctima de una persecución
injusta por el hecho de haber
trabajado por los más pobres del reino
durante su tiempo de Premier de Tailandia. Durante el 2001 al 2006
hubo comida gratis, uniformes escolares, cuadernos, bonos de pobreza,
subsidios y créditos que nunca se cobraron...
Su
imagen de gran benefactor se ha extendido a otros sectores de la
sociedad gracias a una estrategia bien planificada desde el
interior del partido de cara a un gran objetivo: volver a la casa de
gobierno por la puerta grande a través de elecciones, luego de
cuatro años de estar fuera de las grandes decisiones del país. He
visto en las calles mucha gente con camisetas rojas y ello es una
prueba del gran nivel de aceptación que Mr. Thaksin tiene. Sus
asesores escriben aquí los discursos y él los lee en vivo desde el
exilio a través de gigantescas pantallas de televisión
ubicadas en el centro de los mítines. A cada sector entrega su
mensaje: no tocar la burocracia estatal, mejor sistema educativo
y pagar salarios a tiempo a los maestros, incrementar las masas
de desocupados a la producción, darles un seguro universal de
salud y una jubilación digna a los ancianos que no
pertenecen a empresa alguna. Los inválidos merecen una pensión
mensual de por vida. Al sector productivo ofrece créditos frescos y
a bajos intereses; aunque, en sitios alejados de la ciudad, cuando
habla de ellos, los pone contra la pared y amenaza con
nuevos impuestos que solo afectará a "los grandes".
La
polarización de la sociedad entre "buenos" (los sectores
tradicionalmente marginados a propósito por el poder central)
y "malos" (los sectores productivos) es una
receta política con éxito aplicada hoy en muchos países para
ganar elecciones.
La
concentración es una Casa Abierta del partido de oposición, como si
fuera un mercado gigantesco.
Los
grupos de poder alineados tras la oposición no han escatimado
esfuerzo alguno para cumplir sus metas. Se han reunido para
"invertir", tal es la visión empresarial que ellos
manejan, en una causa común que, cumplido el objetivo, les devolverá
pingues ganancias a sus bolsillos; por ello, no hay detalle que se
les haya olvidado. Los manifestantes tienen el respaldo de guardias
de seguridad propios: en caso de que la policía o ejército utilice
la violencia para desalojarlos de sus concentraciones aprovechando
las sombras, éstas serán las fuerzas de choque que irán a
socorrerlos. Agua y comida se reparte en abundancia, aun entre los
desconocidos. Las arengas de sus líderes son constantes desde
el inmenso escenario plantado en el mismo Democracy
Monument, en la Rajadamnoen Avenue. Están organizados -al
interior- con grados de superioridad. Sencillos personajes, cuyas
camisetas rojas tienen lemas como Truth now! Revolution now! Change
now! Democracy, controlan los movimientos de cada miembro, desde si
grita, aplaude o bebe demasiado.
La calle
fue un gigantesco mercado, la manifestación misma pareció
hacer sido organizada con la idea de convertir la visita de los
forasteros en una casa abierta del partido. La venta de celulares,
cámaras de fotos, camisetas, ropa de marca, fue común. Hubo
suficientes comestibles para miles de manifestantes apostados durante
semanas en el pavimento. Cada mañana llegaban camiones con arroz,
carne de pollo, verduras y frutas. Se cocinaba a vista de todos y
eran largas filas para recibir tres comidas de la jornada. No faltó
el café, y admito que tenía buen sabor -aunque demasiado azúcar
para mi gusto. Ancianas, madres con hijos de seno, mendigos con sus
perros, descansaban bajo las carpas, sobre el pavimento, después de
"cada día de cruzada"; jóvenes universitarios vigilaban y
recorrían en grupos las calles izando banderas rojas, los
rostros cubiertos con pañuelos y puestos boinas negras,
como los miembros del JRE, del MIR, o FRIU en Ecuador (los
"brigadistas de la revolución", mejor conocidos como
garroteros), los grupos de choque en Venezuela, o la fuerza
internacional de apoyo al ex presidente Mel en Honduras.
Yo
analizaba cada detalle, comparé lo ocurrido aquí con nuestro país
y hasta imaginé posibles escenarios allá, si estas lecciones no
eran tomadas en cuenta, o si las repetíamos con necedad. Por mi
color de piel y rasgos asiáticos, pasé como uno más de ellos
durante varios días, hasta que alguien descubrió mi origen al
hablarme y yo, de modo instintivo, responder en inglés;
mas no se molestaron en modo alguno con mi presencia, total la prensa
internacional y miles de turistas varados en Bangkok debimos pasar
allí muchos días. Lo jóvenes preguntaron en seguida mi
procedencia. Al decirles Ecuador, ellos no sabían dónde estaba con
exactitud en el mapa, pero igual gritaron con euforia el nombre
(no de quien ustedes creen, que es tan insignificante en el circo
político del mundo) de Chávez.
Tercer
día de protesta. Los "camisetas rojas" han ido a
ducharse. Cientos de letrinas y duchas han sido distribuidas a
lo largo del sitio de concentración.
Pero
el levantamiento en el reino no provocará un choque de colosos,
porque éstos, al final, terminarán pactando tras cortinas. Ellos
saben que necesitan una Tailandia unida y productiva, lo que encaja
bien en sus visiones de empresarios. ¿Y los manifestantes? Los que
no son de aquí, no vienen gratis. Su trabajo consiste en hacer
un grupo compacto y numeroso que asuste al régimen y se siente a
negociar. En cuanto a las promesas de sus líderes, bueno...todo a su
tiempo. Primero hay que ganar las elecciones y después vendrá
la revolución.
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