![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxzqVS1K0sZnaDBkgBiIMzjQh-dSATVUfjcKEZm3aIEuqV7Qbjz8JZSarDDxeX_7K1Yweq09CTBTpAaw5G8YzAB6VRMu7Ylazf1Cm0DugRVIQqCZR0HY3dsGnnOJBSfusIkhBZ/s400/99771075ca7.jpg)
LOS LIBROS
Registran la cochera, los sótanos,
se ponen guantes de cabra y husmean
con sus perros tras el espejo, las camas,
en la letrina con sus papeles sucios.
Y la multitud, apiñada en su propia creencia,
a veces destruida por largas formaciones de soldados
y a veces ayudando al verdugo, se detiene
a un lado de la camino para dar paso a los coches
con montañas de libros hasta la plaza;
los contempla, igual que cabezas cortadas
sobre la punta de una lanza:
entonces grita, profana,
suenan disparos en el aire,
entona himnos nacionales.
Las hojas envueltas en llamas
chamuscan a sus autores,
junto a médicos, sabios y otros sospechosos,
cuyos lamentos son inútiles,
como las lágrimas de un buey
en manos del carnicero.
LOS PREMIOS
A un escritor francés, laureado con el premio literario
más importante de Europa de post-guerra
– luego de varios intentos y bajo algunos seudónimos –,
le preguntó un estudiante: ¿Cuánta falta le hace a un buen libro
los elogios en los medios con un cheque en la mano
los brindis, los autógrafos, las fotos en las páginas sociales
junto a una mujer esbelta?
Él respondió, que luego de satisfacer esa vanidad,
deseaba -al fin- escribir, agarrar a sus fantasmas por el cuello
y entrar a la arena, cada cual con sus armas,
en un duelo a muerte que provocan las palabras,
hasta ver quien queda en pie, o quien se suicida.
Y en ese intento desapareció.
Pronto sus lectores cambiaron el libro premiado,
del sitio de privilegio en la sala, a la biblioteca,
que elogia o empobrece el estilo de sus dueños.
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen