Por Rafael M. Arteaga
LDU consiguió el primer título para Ecuador en 49 años de competiciones a nivel equipos de Sud América. Y lo logró como los grandes de corazón pueden hacerlo: creyendo en ellos para superar a quienes los demás siempre los vio como invencibles. Con coraje, constancia y disciplina, los jugadores de LDU dejaron atrás a clubes de tradición, cuyos nombres son cátedra de fútbol: Fluminense, San Lorenzo, Atlas de Méjico.
Mucho tiene que ver en esta victoria el arquero Francisco Cevallos, a quien su ex equipo el Barcelona lo despidió por la puerta de servicio luego de entregar el jugador 10 años de su vida (tiempo que para un futbolista es más de la mitad de su existencia). Estaba lesionado y sobre la barrera de los 33 años, que muchos creyeron y hasta pedían su retiro. Otros apostaban que su paso por el Deportivo Azogues, un equipo sin color del fútbol ecuatoriano, era la señal de su ocaso. Pero he ahí su fuerza de voluntad para buscar una revancha con la vida, esa lucha, esa bronca interna por levantarse luego de topar fondo.
Surgió de las cenizas y de su mano, con tres penalties atajados, nada menos que ante las estrellas del club brasileño (Thiago Neves y Washington irán a los juegos olímpicos de Peking como jugadores titulares de la verde amarela)y otro más de Conga, nos llevó a la gloria del futbol, a los sueños que antes creíamos solo era permitido a la torcida brasileña apenas, a la hinchada argentina o uruguaya; la misma cima que alcanzó Andrés Gómez, cuando hace años lo ví alzar en París el preciado trofeo de Roland Garros, igual en Shangai, Roma, Barcelona, Indianápilis... Fueron tantas satisfacciones que brindó al país, sin contar sus títulos en dobles, finales y semifinales, donde, ante su verdugo de carrera Ivan Lendl, tuvo que conformarse muchas veces con ser segundo en el mundo. La misma gloria y alegría que vivimos al ver cruzar la meta a Jefferson Pérez en Atlanta en 1996, o a Rolando Vera, el mimado de la prensa blasileña (o minino de oro) al ganar la tradicional carrera San Silvestre por cuatro ocasiones.
Y ahora este triunfo, que nos lleva a saborear el presente y que seguro nos animará a seguir creyendo en nosotros, a recobrar energías en momentos como estos, cuando en nuestras selvas tropicales hay una nueva camada de dinosaurios, que creen que el mundo empieza y que acaba con ellos.
La victoria fue un proceso que tuvo su punto más alto el siglo pasado, cuando en 1990 el Barcelona de Guayaquil alcanzó la final y la perdió frente al Olimpia de Paraguay, y después en 1998 ante el Vasco da Gama. Nada se improvisó. Los grandes logros no son frutos del azar ni del experimento fugaz. LDU ganó el partido en el momento decisivo, fue mejor equipo que el Fluminense, porque llegó a casa de éste y le arrebató un título que -antes del partido- para muchos debió quedarse en el Maracaná, estadio donde jugó y consagró su mito o rey Pelé en los años 60. Ahora viene el campeonato mundial de interclubes en Japón, torneo en el que selló su participación nada menos que el Manchester United, junto al resto de campeones de las seis regiones del mundo. Hasta entonces, soñemos, pero con los ojos despiertos, que muchos -en medio de la euforia- tomarán esta victoria como trofeo propio y lo utilizarán para sus fines.
Salud campeones.
LO HECHO EN ECUADOR ESTA BIEN HECHO
vor 11 Jahren
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