Donnerstag, 11. Dezember 2008

LOS TUK-TUK Y LA CRISIS DE GOBIERNO EN TAILANDIA

Por Rafael Marcelo Arteaga, desde Bangkok.

Choferes de los tuk-tuk, cerca a Banglampoo, a la espera de turistas.

La crisis de gobernabilidad en Tailandia, muy común también en tierras tropicales de América, se debe en gran medida a los efectos de la crisis global de estos tiempos, aunque sus primeros signos de alerta ya fueron visibles varios meses atrás, cuando las cifras económicas indicaban una mayor dependencia de las importaciones frente a una industria nacional semiparalizada. El país no fue inmune a la saturación de los mercados, ocasionada por una mayor oferta desde otros países de productos fabricados tradicionalmente aquí, junto a ello la subida de precios de las materias primas a nivel global, tal el petróleo, base primordial para el movimiento de cualquier nación, la subida repentina de los metales preciosos lo que ocasionó la quiebra de su sólida (hasta hace poco) industria dedicada a la fabricación de joyas, el inevitable aumento de los precios de los alimentos, luego la caída del floreciente mercado del turismo a causa de las continuas agitaciones internas, y el resto vino solo: la economía tailandesa ha comenzado a desplomarse como un castillo de naipes, y lo peor de ello es que podemos ver como cada carta cae al suelo, tras una larga sucesión de errores que no se corrigieron a tiempo, debido a que sus gobernantes de turno estuvieron enfrascados en continuas rivalidades por tomar el control de todos los poderes del estado, confiados en la solidez de su economía, sin mirar al futuro y sin actuar a tiempo ante los primeros síntomas de degradación.

Ello se traduce hoy en despido masivo de personal, cierre de fábricas, contracción súbita del mercado, donde hay mucha oferta de productos pero bajas ventas en los centros comerciales por cuanto sus habitantes están más preocupados en ahorrar, lo poco que puedan, frente al vendaval que ya ha afectado sus bolsillos. Las clases sociales más sensibles son las más afectadas, por ahora. Luego viene la clase media, incapaz de reaccionar ante la caída de sus ingresos y de niveles de vida alcanzados durante la época de bonanza económica -tras superar la crisis de la década pasada, lo que creado un campo propicio para la inestabilidad social y política que hoy vive el reino del Siam.

La Kahosarnroad lució casi desierta durante los dias de convulción social.

Nada es más peligroso para una nación que bajar los niveles de producción interna, porque entonces ésta se vuelve importadora de todo aquello que usualmente demanda para su consumo. En Tailandia, desde hace algunos años que el mercado nacional dejó de expandirse y poco a poco se volvió dependiente de otras naciones para satisfacer su demanda. Durante mi estadía aquí pude ver desde hace tres años el cierre de numerosas empresas, antes florecientes y generadoras de empleo; hubo demanda de producción, pero no había crecimiento de su industria hasta niveles de satisfacer el mercado y de exportar, salvo en algunos sectores, como es tecnología y turismo; pero el peligro que estos dos sectores llevan consigo es que si no hay innovación, llega un momento en que el mercado se satura y cae la demanda. Y con el segundo sector, quizá el más importante en la economía de Tailandia, como es el turismo, es que desaparece a la menor señal de peligro (una epidemia o, en este caso, una convulsión social, puesto que los interesados en viajar siempre buscarán sitios seguros para sus vacaciones) y luego tarda mucho en recuperarse.

Durante esta década el sector agrícola creció a niveles aceptables, su industria pesquera, el camarón. El reino del Siam es el tercer productor mundial de arroz. Lamentablemente, la poca demanda de las naciones compradoras, (Japón, Europa, EE.UU. están muy ocupados en salvar las ollas al menos) hizo que en Tailandia, como en el resto de naciones, la producción se contraiga, y que ni siquiera los altos precios del arroz durante este año hayan podido detener la caída de la economía. Los alimentos se volvieron caros (y nunca volverán a sus niveles de hace 15 meses, que es cuando empezó la tendencia al alza), afectando de sobre manera a los sectores más pobres. Nuevos países entraron a competir a precios más bajos y con la misma o mejor calidad de aquí. China se ha convertido en nuestra fábrica desde hace pocos años. Filipinas, Vietnam, y hasta Camboya se han vuelto fuertes y hoy son sus principales rivales en el campo agrícola para exportación. Incluso en maquinaria y fabricación de materias primas, como algodón, seda, Tailandia cedió su mercado ante Singapur, India, e Indonesia. El turismo (hoy su principal ingreso de divisas) ha perdido mucho terreno (con sus conflictos sociales) frente a Camboya, Filipinas, Indonesia y hasta Nepal, que acaba de derrocar a su rey.

Pero no solo la crisis externa tuvo influencia en la situación actual de Tailandia. No podemos echar siempre la culpa de los errores a los demás y no aceptar parte alguna de ello. La convulsión social de nuestros días se debe, sobre todo, a los errores de sus gobiernos en el poder. Enfrascados más en disputas internas, sin escuchar las voces de las minorías y de la oposición, convencidos de que su deber es perpetuar sus mandatos, no se ocuparon por afrontar la crisis pese a los claros indicios de que ésta sería como la llegada de un torbellino que iba a sacudir hasta los gruesos muros del palacio de gobierno. Y mientras más caía la producción interna, más ingobernable se volvió la nación, dejando en el camino a dos primer ministros en tres años. Ninguno de ellos afrontó con decisión la avalancha económica en camino y en su lugar se dedicaron a gastar los pocos ahorros que el país logró durante los años de bonanza, sin fomentar la producción, sin apoyar a los sectores empresariales y sin pensar en los efectos que podría generar en la nación el debilitamiento de este sector. Las autoridades de turno creyeron que imponiendo altos impuestos a los bienes importados protegían la industria local, pero no se daban cuenta que tal medida sólo provocaba el incremento de los precios en los centros comerciales, ¡porque la industria local hace mucho tiempo que había perdido terreno y no era capaz de abastecer la demanda interna siquiera!

Para muchos conductores el tuk-tuk es igual que su casa: "viven en él". Son emigrantes de las regiones centrales a la gran ciudad, con sueños de superar la pobreza de sus aldeas.

No se preocuparon en delinear un plan de desarrollo industrial y de producción para los próximos años, tomando en cuenta la aparición de nuevos países con grandes posibilidades de competencia, y estaban seguros que imponiendo altas cargas tributarias al sector empresarial, que fortaleciendo al máximo su aparato de control tributario, incorporando nuevos grupos sociales al pago de impuestos, hasta depender el 35% del presupuesto nacional con tales medidas, que el turismo y la incipiente y caída producción interna, como la confección, la agricultura, era suficiente para salvar de la tormenta a la nación.

Pero gobernar es avizorar también y descifrar a tiempo las líneas que asoman en el horizonte. Es tener las antenas abiertas a los satélites, donde está el futuro, al diálogo con su gente, a la concertación política cualquiera sea ésta su tendencia ideológica. Y he aquí, que la tormenta llegó, y cosa curiosa, los políticos que estuvieron y están en el gobierno, aún no se dan por enterados y siguen haciéndose de oídos sordos, disputándose palmo a palmo cada resquicio en la nación que signifique poder. Thaksin fue destituido ayer, Newin es el nuevo primer ministro y él deberá afrontar las consecuencias de los últimos cinco años de inestabilidad política, la ira de los sectores más afectados con la crisis económica y política.

La industria se ha detenido, al punto de cerrar muchas de ellas. El negocio de los metales preciosos sufre un gran remezón: el mundo esta pobre, no tiene dinero y no puede gastar en joyas, así que su demanda, como en muchas partes, ha caído hasta niveles de alarma. La producción textil es cara y la oferta se ha trasladado a China, a Vietnam. India pasó a producir los electrónicos que usualmente se elaboraba aquí. La alta tecnología, como los computadores, celulares y afines igual. La industria automotriz (con capitales extranjeros) ha desplazado sus fábricas y personal preparado a China. Los conflictos internos han causado que el turismo disminuya el 45% en comparación con los niveles del año pasado, lo cual es terrorífico pensar en qué situación se halla este sector y aquellos que viven de tal actividad.


Y frente a este desolador panorama, ¿qué hacer? He aquí la responsabilidad del nuevo premier. Ojalá Newin esté a la altura de su cargo y que con sabiduría y decisión en el obrar, permita al pueblo tailandés creer en nuevos amaneceres, distintos a los rutinarios y convulsivos que hoy tenemos.

Hasta tanto, los tuk-tuk, la insignia del turismo local, seguirán circulando por las calles en busca de turistas para llevarlos a los templos, a Banglampoo y su Kahosarnroad, a Path Pong, el prostíbulo más grande del mundo, a Sukunvich, con sus restaurantes, en las convulsionadas calles de Bangkok.

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