Miedo y vergüenza del imperio que se ensaña con un simple
ciudadano que se atrevió a desnudar los entretelones de la diplomacia norteamericana y que se
apresura a criminalizar la libertad de expresión bajo el moto: los ciudadanos
obedecen y callan. Hoy permitió la policía británica salir de
prisión a Julian Assange, el mismo que debió pagar una fianza de 200.000 libras esterlinas, más
40.000 de garantía ante una posible fuga. Algo así como USD 370.000. Pero no fue
ni será tan fácil para él como se puede imaginar. Miles de seguidores en el mundo celebramos a su liberación, pero
quizás pocos se atrevan a pensar en que la verdadera condena de Assange recién
ha empezado: la corte suprema del Reino Unido ha decidido que él lleve una
cadena con un microchip en su tobillo izquierdo, con el que las autoridades identificarán
su posición desde el satélite. Ha fijado también el lugar de residencia junto a
su amigo Vaughan Smith, el fundador de FRONTLINE CLUB, de Londres.
Deberá además entregar a las autoridades su pasaporte y registrarse cada
mañana, a las 08:00hrs. en la policía de la ciudad. Las cartas sobre la mesa.
Recién hoy aprendí que la libertad de un individuo en el
mundo tiene un precio. Y quizás en la situación
de Assange, ello es mejor a estar metido en una fría mazmorra; aunque fuera de
ella será igual de humillante. Salir de prisión no es más que el comienzo de su
extradición hacia territorio sueco, donde se le acusa de tener relaciones
sexuales sin condón con dos ex colaboradoras y amigas. Las autoridades argumentan:
“sexo indebido”. Ignoro si con ello se refieren a sexo oral, anal, sadismo, fetichismo,
sex en el chat (o simple masturbación)… ¿Desde cuándo la vida privada de las
personas es un delito? De acuerdo a las leyes suecas, si ellas –las damas en
general- no fueron satisfechas en la cama, podrán siempre argüir violación,
abuso sexual o maltrato psicológico en acusaciones contra sus parejas. ¿Quién
entiende esto? ¿Violación a su intimidad? ¿A su voluntad? ¿A sus bragas color
fucsia con encajes negros? Los mismos fiscales del estado aún no deciden bajo
qué figura legal o bajo qué cargos seguir este embrollo hasta conseguir que el
fundador del Wikileaks se pudra en una cárcel. Pero algo sí es seguro y es que
tras este asunto banal está la sombra del imperio. Bajo qué cargos, eso es lo
de menos. Y Suecia, un país ejemplo de democracia y de libertad de expresión,
es su instrumento.
Bien sabemos que en la justicia y en los grandes negociados
del gobierno todo se aceita con dinero. En Ecuador o en Suecia. Aquí no ganan juicios los que carecen de
dinero. Muchos están en la cárcel y los que manejan grandes negocios e
influencias: en el poder; mas en el caso del creador de Wikileaks el dinero no es lo más importante. Debe haber un castigo ejemplar, que se traducirá luego en una frontal caza de brujas contra todos aquellos que frecuenten e interactúen desde y en ciertas páginas de la web, tal la ley que hoy se aprobó en Venezuela. No son tiempos de lanzar a los acusados en el potro
de tormentos físicos, cuanto sí ejercer presión psicológica. Los abogados de Assange
alegan de imprecisas y vagas las acusaciones de violación, y afirman que ello se
trata de oscuras maquinaciones políticas al interior del gobierno sueco, bajo pedido
de su similar en el otro lado del continente. Una vez conseguida su
extradición a Estocolmo, es posible, eso tememos la mayoría, que sea entregado a
EE.UU., donde le espera un banquillo y toda la furia de la justicia americana
contra él. Su extradición será cuestión de semanas, meses quizás.
El imperio ha creado un nuevo ídolo. Y muchos han olvidado al verdadero hacker, al que sustrajo la información de los archivos secretos del Pentágono en un simple memory flash de 8 gigas: Bradley Manning, un militar que hoy guarda prisión en América y a quien la justicia espera condenarle a 50 años de cárcel, acusándolo de alta traición a la patria. Julian Assange recibió la información y la puso en la red. Algunos de sus colaboradores saltaron antes del barco por temor a represalias. Igual los antiguos amores de Assange. No era para menos. Wikileaks ha develado el mundo de las sombras. Los negocios turbios del poder. Mientras el imperio se apresta a castigar el atrevimiento de un pequeño enemigo al que considera más peligroso de sus propios soldados que causaron la muerte de más de 130.000 civiles en Irak, derrocaron a Saddam Hussein, se adueñaron de los pozos petroleros, hoy bajo control de sus transnacionales…
-"Cómo es la tierra?" -"Transparente, gracias a Wikileaks...!" De Tages Anzeiger, Suiza.
El imperio ha creado un nuevo ídolo. Y muchos han olvidado al verdadero hacker, al que sustrajo la información de los archivos secretos del Pentágono en un simple memory flash de 8 gigas: Bradley Manning, un militar que hoy guarda prisión en América y a quien la justicia espera condenarle a 50 años de cárcel, acusándolo de alta traición a la patria. Julian Assange recibió la información y la puso en la red. Algunos de sus colaboradores saltaron antes del barco por temor a represalias. Igual los antiguos amores de Assange. No era para menos. Wikileaks ha develado el mundo de las sombras. Los negocios turbios del poder. Mientras el imperio se apresta a castigar el atrevimiento de un pequeño enemigo al que considera más peligroso de sus propios soldados que causaron la muerte de más de 130.000 civiles en Irak, derrocaron a Saddam Hussein, se adueñaron de los pozos petroleros, hoy bajo control de sus transnacionales…
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen