Quito es
una de las ciudades más hermosas del planeta, especialmente en la noche.
Ah, cómo no ir por sus calles coloniales, subir la Guayaquil hasta San Agustín, luego doblar la Chile hasta la Plaza Grande y ahí admirar la Catedral, el Palacio de Gobierno, lleno de fantasmas, como decía Abdalá Bucarán; luego voy a la iglesia de San Francisco, en cuya fachada –reza la leyenda- falta una piedra, razón por la que el fiero Cantuña, su constructor (y nieto de Atahualpa), tras un convenio con el diablo, salvó su alma "salvaje" para entregarla a Jesucristo.
Ah, cómo no ir por sus calles coloniales, subir la Guayaquil hasta San Agustín, luego doblar la Chile hasta la Plaza Grande y ahí admirar la Catedral, el Palacio de Gobierno, lleno de fantasmas, como decía Abdalá Bucarán; luego voy a la iglesia de San Francisco, en cuya fachada –reza la leyenda- falta una piedra, razón por la que el fiero Cantuña, su constructor (y nieto de Atahualpa), tras un convenio con el diablo, salvó su alma "salvaje" para entregarla a Jesucristo.
Es casi las seis de la tarde. Voy hasta el Arco de la Reina y allí vienen a
la mente mis andanzas de juventud, cuando vivía en la 24 (Flores del Califa, Noche
de Sirenas, nombres sugestivos de burdeles del siglo anterior). Celebro la
belleza de La Ronda (sus callecitas empedradas, las casas llenas de patios), y
donde antes fue refugio de choros, viajeros y prostitutas hoy se hospedan los
hijos de éstos.
Los huéspedes de los bares cerca al antiguo terminal de buses me invitan a
celebrar mi regreso: alcohol, hierba, polvo es lo que menos falta aquí y hasta
mujeres disfrazadas de turistas para amenizar la noche.
Yo agradezco su hospitalidad. "Eso quedó atrás", contesto a los
"brujos", sin rodeos. Y añado con cierta nostalgia: "Igual que
mi juventud". Ellos sonríen sin enfado, mientras yo veo escapar el humo
del "porrito" entre sus dedos, tal si fuera el último aliento de sus
vidas.
"¡Bacán!", gritan en pleno vuelo. Pero no es suficiente. “¡Falta
el turbo!”, gritan con vehemencia y al rato arman su "maduro con
queso" (hierba con base de cocaína). Los veo viajar "en sus naves al
espacio" y luego temblar sus huesos en una esquina, como cachorros llenos
de frio.
Me despido, sin obtener respuesta. A esa hora yo no estaba más en su “órbita”.
Sigo más abajo, al antiguo terminal terrestre, o lo que quede de él, donde
ratas, mendigos y viajeros se encuentran cada noche, después de probar suerte en
los basureros de la ciudad. Y hay veces que se escucha allí gemidos de placer o
de dolor, ruidos de autobuses partiendo a algún lugar en las tinieblas, las
sombras de los viajeros de antaño, el altavoz anunciando los destinos...historias
del ayer, cuyos duendes asustan hoy a los niños de los barrios vecinos.
Voy hasta Santo Domingo.
-"Volvió el hijo pródigo!", me recibe la vieja Meche, vendedora
de estampitas, inciensos y chicles a la puerta de la iglesia. Las sombras se
apoderan de la ciudad y ello es motivo de jolgorio para "Carepiña"
(debido a las espinillas en su rostro). Algo anda mal, sospecho entonces.
“¡Pilas! Flaco”, grita a su "socio", “que hoy habrá horas extras”.
Y el "socio" responde con una voz fangosa:
“¡Esta noche sacamos pinta, brother!”, mientras "analiza" mi paso
a parada del trolebús.
-“Hable liccencciado”, me grita, Ismael, el borrachito que tiene su
"piso" bajo los portales del convento.
-Tranquilo, no más, Ismael, que si es por aguas no falta-. Le contesto, en medio de la prisa de la gente por abandonar la plaza. La oscura noche socialista ha comenzado en la ciudad donde crecí, aprendí a amar y, al final la abandoné. Hoy he vuelto a recorrer sus calles, y al hacerlo, repito en silencio:
"Esta es mi ciudad y yo la amo en su decadencia.
Estas son mis palabras que le temen a la soledad.
En los ojos de los muertos se posan las moscas,
pero también en los tuyos,
si los huesos que alimentas ignoran el regreso"
Extiendo mis brazos, agradecido con la vida. Soy yo, me siento más fuerte y voy de nuevo a mi hogar; sólo que esta vez lo encontré en tinieblas.
-Tranquilo, no más, Ismael, que si es por aguas no falta-. Le contesto, en medio de la prisa de la gente por abandonar la plaza. La oscura noche socialista ha comenzado en la ciudad donde crecí, aprendí a amar y, al final la abandoné. Hoy he vuelto a recorrer sus calles, y al hacerlo, repito en silencio:
"Esta es mi ciudad y yo la amo en su decadencia.
Estas son mis palabras que le temen a la soledad.
En los ojos de los muertos se posan las moscas,
pero también en los tuyos,
si los huesos que alimentas ignoran el regreso"
Extiendo mis brazos, agradecido con la vida. Soy yo, me siento más fuerte y voy de nuevo a mi hogar; sólo que esta vez lo encontré en tinieblas.
Carondelet es en la actualidad
una olla de grillos. Hay tantas verdades que se quiere ocultar, tantas mentiras
que se repite mil veces hasta volverse verdades. Cuando los cortes de energía se
dieron en el sector donde habita nuestro mandatario, éste despidió en seguida
al gerente de la empresa eléctrica; mas hoy que gran parte de la nación luce en
tinieblas, ¿a quién despediremos nosotros?
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