Donnerstag, 23. November 2006

LA POESIA DE AUGUSTO RODRÍGUEZ



“La mejor poesía se sigue escribiendo en los baños públicos” *

Por Diego Velasco Andrade
Universidad Católica de Lovaina, Bélgica

Entre la diversidad y variedad de nuevas voces y tonos en la joven poesía ecuatoriana, destacamos aquella de Augusto Rodríguez, con su registro parco, prosaico y minimalista, fulgurante.
Su Arte Poética es deliberada y conciente: zaherir con palabras comunes la idea del poeta “pequeño dios” o la fatuidad del poeta sermo nobilis que detesta al sermo vulgaris; destemplar el cuchillo de algún nuevo poeta decapitado; o sacar soberanamente la lengua, al monje y vate, instaurador de canónicos cánones, en secretos países y folletinescas comarcas.

“Me escondo en el corredor y sigo pensando que no hay nadie.
es inútil respirar
cuando tenemos la muerte tan cerca” 

Su prosaica expresión es premeditada, asumir el tono del peatón angustiado, tartamudo y vulnerable; tropezando entre excrementos de perro y literarios fetiches, que se atraganta diariamente de pastiches y echa a volar en el tumulto, aviones impresos de garabatos. Para Rodríguez, la esencial poesía, parece estar simplemente ahí, en lo intrascendente, en lo melifluo y banalmente cotidiano, no hay pues necesidad de poner a hervir esotéricas retortas y alambiques porque:
“Nada somos mas que un poco de sol
en los ojos
y aire movido por los labios”

Quizás Augusto Rodríguez quiere advertirnos, que si nos detenemos a mirar la poesía con los cristales del animal poetikus que todos llevamos dentro, ella se pasea desnuda ante nuestras narices y rebota juguetona en el fulbito de la calle, duerme descobijada frente al cajero automático o se la lleva cualquier día, sin pena ni gloria, el camión de la basura o aquel de la funeraria:
“Mi cuchillo tiembla en mi puño.
No hay nadie en la casa,
me escondo en el corredor
y sigo pensando
que no hay nadie”

Para Rodríguez la mejor poesía y, -advertimos que a veces la peor-, se estampa en las paredes del gran libro-ciudad; se puede aceptar como anónima, “chola” y descachalandrada; asume las voces del inventor de monadas y anda más “chira” y solitaria que la cola de un perro vagabundo, cargando a cuestas su impecable y sarnosa vacuidad.
“¿quién pudiera ser
todavía un niño que juega al balón
y no tuviera miedo
de envejecer o morir?”

Clandestina de sí misma, y sin posibilidad cierta de reconocerse en los ojos del poeta exquisito y cultivado, se asume con fiereza en el pellejo de algún poeta suicida y funámbulo, a quien nadie retratará en la crónica roja o, en la página cultural del pasado-mañana:
“Mi corazón estallará como piñata de fiesta
De lo que un día fui no queda nada
solo vómitos de transeúntes
la borrachera es la última victoria
en estos días
la mejor poesía se sigue escribiendo en los baños públicos”

* Fragmento y adaptación del ensayo: 2001, Odisea del poeta, Nuevas poéticas en la Literatura del Ecuador o, Contra el sermón del canon y de sus acólitos inquisidores, que K-Oz Editorial publicará próximamente

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