Donnerstag, 17. Mai 2007

BLASFEMIAS EN TIEMPOS DE CRISIS

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... y ahora qué escribo!
– Bébete un trago, poeta – Me corta de pronto la inspiración mi camarada, al tiempo que palmotea mi cabeza, como si yo fuera su perro fiel. – Oye – le aclaro al instante, – yo pago los brindis, así que compórtate. Yo no soy poeta, soy un amante de la buena literatura, y lo bueno no siempre está en las librerías. Las mujeres más hermosas no están en la pantalla o en la pasarela. Éstas son cuerdas de trapecista, llenas de maquillajes y cirugías para suavizar a los ojos la visión de sus carnes secas; anémicas, con piernitas largas e infinitamente tristes; pero famosas, eso sí (aunque pocas). Asoman bien gracias a la magia de la cámara, a la habilidad del fotógrafo; mas cuando se las encuentra en las calles me dan una pena... Están en todas partes, en la televisión, en el cine, en los comerciales. Son los sueños húmedos de muchos hombres, pero no míos.

Cuantas veces nos hemos encontrado en la parada del bus con unos mujerones. Ah, cómo hemos perdido la cordura al estar frente a ellas, y peor si debemos viajar juntos – apretaditos en el trolebús – a la hora pico. Nos hemos dicho en silencio: yo me hago cargo de ella, de su hijo y por último hasta de su marido con tal de vivir la magia de una noche en sus brazos y luego ser aniquilados, como esos zánganos del enjambre que deben ofrendar sus vidas a la abeja reina a cambio del placer.

Así es también la literatura. No siempre son buenos los libros que reposan tras los cristales de un almacén. A muchos de ellos ya se les extrajo su veneno, como a las serpientes que se las suelta al escenario para diversión y susto del público en el circo: bellas y misteriosas, pero sin peligro alguno. Muchos autores allí ya fueron etiquetados, domesticados antes de entrar a la carrera de la fama, igual que a los tigres, a los osos en la jaula: conformes apenas con la carroña que reciben cada mañana y con los pedazos de frutas que allí arrojan los curiosos. Su fiereza, su ponzoña ya fue absorbida y te la entregan en pequeñas dosis para que no mueras intoxicado. ¡Imagina si te dan el viagra en su composición original: fecundarías un establo entero y aún así no estarías satisfecho!

Deja de fruncir la cara cada vez que escuchas los versos de un poeta joven. Es tu cerebro el que está en orden, no el mundo de los demás, de los que gritan – y son millones – en contra de esa manía de aceptar siempre cuando te dicen ponte así, salta, dos más dos son cuatro. Las matemáticas no fallan, la frialdad de los números; pero ello es justo lo que nos diferencia de tal ciencia: el margen de error es lo que nos hace humanos. Además, yo perdí dos años del colegio en mate, y hasta aquí no necesité ser un genio de los números para descubrir a mis autores preferidos, celebrar los libros de los nuevos y soportar en una noche de bohemia a mis incondicionales amigos, con sus aburridos diálogos sobre literatura y política.

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