Donnerstag, 17. Juli 2008

LOS LIBROS

Tomado de: Amores estériles, primera edición 2004, Quito, de Rafael M. Arteaga.

Librería abandonada en Rusia, cuya imagen me parece una cárcel de libros.


LOS LIBROS


Registran la cochera, los sótanos,
se ponen guantes de cabra y husmean
con sus perros tras el espejo, las camas,
en la letrina con sus papeles sucios.

Y la multitud, apiñada en su propia creencia,
a veces destruida por largas formaciones de soldados
y a veces ayudando al verdugo, se detiene
a un lado de la camino para dar paso a los coches
con montañas de libros hasta la plaza;
los contempla, igual que cabezas cortadas
sobre la punta de una lanza:
entonces grita, profana,
suenan disparos en el aire,
entona himnos nacionales.

Las hojas envueltas en llamas
chamuscan a sus autores,
junto a médicos, sabios y otros sospechosos,
cuyos lamentos son inútiles,
como las lágrimas de un buey
en manos del carnicero.


LOS PREMIOS


A un escritor francés, laureado con el premio literario
más importante de Europa de post-guerra
– luego de varios intentos y bajo algunos seudónimos –,
le preguntó un estudiante: ¿Cuánta falta le hace a un buen libro
los elogios en los medios con un cheque en la mano
los brindis, los autógrafos, las fotos en las páginas sociales
junto a una mujer esbelta?

Él respondió, que luego de satisfacer esa vanidad,
deseaba -al fin- escribir, agarrar a sus fantasmas por el cuello
y entrar a la arena, cada cual con sus armas,
en un duelo a muerte que provocan las palabras,
hasta ver quien queda en pie, o quien se suicida.
Y en ese intento desapareció.

Pronto sus lectores cambiaron el libro premiado,
del sitio de privilegio en la sala, a la biblioteca,
que elogia o empobrece el estilo de sus dueños.

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